jueves, 12 de agosto de 2010

Cuando las piedras hablan: memoria de los mineros del manganeso en Nerva (1940 – 1971) (Por Francisco Alcázar e Ivan Carrasco)

-Primera Parte-

Visitar una antigua mina acompañados por personas que trabajaron allí supone una oportunidad única. Sus ojos no ven sólo ruinas. En seguida comienzan a compartir recuerdos y anécdotas. También aportan datos técnicos o dan detalles sobre su trabajo que de otro modo se perderían para siempre. Al acompañar a estas personas, se tiene la sensación de que por una vez, en contra del conocido dicho, las piedras nos hablan. La memoria oral es un complemento imprescindible para la historia custodiada en los archivos. Muy poco se ha escrito sobre la minería del manganeso. Al celebrarse los 125 años del municipio de Nerva, los autores consideran oportuno este trabajo en el que se revisa este capítulo de nuestra historia.

UNA BREVE INTRODUCCIÓN A LA MINERÍA DEL MANGANESO
En el término de Nerva existen cuatro yacimientos de manganeso: El Higueral, Portalegre, Peña del Águila y Pepito. Siendo realistas, sólo la última fue una verdadera mina, siendo los otros indicios con poca o nula importancia industrial. Pero todos ellos tienen su historia.
Al finalizar la Guerra Civil, España quedó aislada internacionalmente. La recuperación económica pasaba por reconstruir la industria nacional fomentando el aprovechamiento de los recursos propios. Persiguiendo este objetivo, en 1941 se creó el Consejo Ordenador de Minerales Estratégicos y de Interés Militar (COMEIM). Debido a sus aplicaciones, el manganeso entró de lleno entre las competencias del COMEIM.

Entre 1941 y 1959 las ayudas del COMEIM incentivaron la apertura de muchas explotaciones. El organismo actuaba de intermediario entre los mineros y las fundiciones, fijando los precios y las leyes mínimas del mineral. Comenzó admitiendo partidas con más del 30% en manganeso y menos del 30% en sílice. En años sucesivos fueron subiendo el listón y algunas minas cerraron a consecuencia del agotamiento de las bolsadas más ricas.

La mayoría de las minas onubenses permanecían cerradas desde la década de 1920 pues ya habían agotado las zonas más ricas de minerales oxidados. La política del COMEIM permitió que muchas reabrieran en manos de empresarios locales para explotar los minerales abandonados en etapas anteriores como estéril.

EL CORTIJO DE DON MELCHOR
El cortijo de Don Melchor. Foto: P. Alcázar/ I.Carrasco










Uno de estos empresarios fue D. Melchor Salaya Herranz que en la década de 1930 se afincó en esta zona. Vivía en el cortijo Villa Emilia, llamado así en honor de su mujer. Estaba junto a la vía de la Peña, muy cerca del apeadero de El Peralejo. El matrimonio es recordado con gratitud: en los meses que siguieron a la caída de la zona en manos de las tropas franquistas, D. Melchor utilizó su posición como autoridad provisional para salvar de la represión a muchos vecinos de El Peralejo y La Aulaga.

Las ruinas reflejan el esplendor de mejores tiempos. Las dependencias se disponían en torno a un patio central empedrado. En una esquina estaba la capilla y había un jardín con una fuente frente a la fachada principal. Tenía luz eléctrica y el agua venía por su peso desde la mina del Coto Vicario. Aún se conserva el tentadero donde torearon prometedores figuras de la lidia como Antonio Ordóñez, El Litri y Chamaco.

D. Melchor era facultativo de minas y administraba sus negocios desde allí. Fue contratista en la cantera de la Compañía de Río Tinto que está enfrente de talleres, donde sacaba piedra para los rellenos de contramina y otros usos. Trabajó en distintas minas de manganeso por la zona de Sotiel, en La Aulaga (Peñas Altas) y la que a nosotros nos interesa: El Higueral en Nerva.

Esta mina está situada en el límite de la provincia, en la margen derecha del pantano viejo del Jarrama. El cerro donde se encuentra está coronado por el característico crestón de jaspe o piedra careta, indicio de la proximidad de un yacimiento de manganeso. El antiguo ferrocarril de la Peña a Minas del Castillo pasa junto a la mina y atraviesa la Ribera por el majestuoso puente de mampostería. El Higueral fue una de las primeras minas que se benefició de las ayudas del COMEIM. Comenzó a producir en 1943 y ese mismo año se electrificaron sus labores. Las instalaciones eran simples: un cuarto para el capataz, la casa de los compresores y algunas viviendas para los obreros.

Panorámica de la mina El Higueral. A la izqda. el puente del FC. de la Peña. El cerro de la mina del centro, en el que se observa un filón de mineral vaciado, el afloramiento de jaspe y el vacie maestro. A la dcha., el pantano viejo de la ribera de Jarama.

Tuvo un contrapozo y dos pisos de investigación, todos en mineral. En otra zona aparecían los carbonatos: el hueco de un filón vaciado queda como mudo testimonio. El mineral se arrancaba con explosivos. Don Melchor compraba las barrenas viejas a la Peña de Hierro para afilarlas y utilizarlas en allí y en la cercana mina de Peñas Altas. La zafra salía cruda y pasaba por una plaza de escogido donde las escogedoras separaban el mineral del estéril.

El mineral se almacenaba en unas piqueras de tablas junto a la vía. Una o dos veces por semana llegaba un tren y todos los mineros iban a la carga del manganeso, parando el resto de labores. El convoy se detenía el tiempo justo para cargar un vagón. Un poco más adelante, en Peñas Altas, volvía a detenerse y se repetía la operación. Con 8 años, Juan Gómez solía acarrear con su burro cepas de jara hasta el apartadero. Algunas noches, arrimaba zafra desde el socavón hasta la plaza de escogido y mineral seleccionado desde allí hasta la vía, donde siempre había vagones dispuestos para que los hombres fueran cargándolos.

El Higueral resultó ser una mina decepcionante. En los pocos años que estuvo en actividad se embarcaron unos cientos de toneladas con alrededor del 39% de manganeso y 24% de sílice. Pero aquí no acaba la historia de esta mina y volveremos a ella al final del artículo. (...)

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